miércoles, 17 de septiembre de 2014

MALOS TIEMPOS PARA LOS SOÑADORES.


Cuando tras larga temporada en la que el mundo y sus exigencias me aparta de mi interés primero, la poesía y su belleza, me resulta fácil echarle la culpa a la rapidez del siglo que me toca. El tiempo ha dejado de tener la cadencia que mecía la pluma de mis escritores favoritos. Las ciudades se acercan peligrosamente en distancias que ya somos capaces de recorrer en pocas horas, en pocos minutos incluso. La incertidumbre de los acontecimientos por conocer dura los escasos segundos que transcurren entre su captación y la publicación en cualquier red social. ¿A quién ha de interesar, con tales premisas, la poesía? ¿Quién se va a tomar la molestia de leer unas escasas palabras escritas con el afán de multitud de horas de trabajo, de noches sin dormir, de instantes robados a la vida misma?
 
Quizás sea una ilusa. En el fondo de mí misma, desde que no era más que una renacuaja, siempre he sabido que mi manera de ver el mundo obtendría la incomprensión de quienes me rodean. La rapidez del siglo que me toca en suerte me ha hecho desesperarme, desilusionarme y volver a empezar. Me cuesta un soberano esfuerzo adaptarme a lo novedoso de todos estos sistemas que nacen con el fin de acercarnos y nos separan aún más. Aún así, no cejo en mi empeño. Alguien habrá por ahí que haya, como yo, dejado transcurrir el paso de las horas con un libro entre las manos, sintiendo la hierba crecer bajo los pies descalzos. Alguien que sepa lo que significa la larga espera de los días hasta recibir la ansiada carta que quema nuestras manos al ser recibida. Alguien que haya sentido en las puntas de sus dedos el vibrar de aquello que se desea y aún no se posee.
 
Muchas han sido las veces en las que he intentado poner por escrito la poesía que bulle dentro de mí hasta casi hacerme enloquecer. La pluma arde entre mis dedos. Y, cuando el tiempo transcurre sin que sea capaz de plasmar todas esas palabras, le echo la culpa a la rapidez del mundo. A las exigencias de la vida, esa otra existencia que transcurre paralela a la vida íntima que llena mi cabeza de palabras. ¿Siempre habrá que escoger: vivir, escribir? Y entonces pienso en él. En Lope. Nada en él fue incompatible. Y todo, pura contradicción. Se dejó llevar por el mundo que le tocó y, a su vez, escribió algunas de las palabras más hermosas que aún pueden leerse. ¿La rapidez de este siglo nuestro se llevará también sus palabras? Me niego a ello. Quien describió de manera tan colosal el sentimiento humano no puede ser olvidado. Jamás. Jamás. Jamás. 
 
Volvamos de nuevo a recitar- como nos enseñaron en el colegio- aquellos maravillosos versos de uno de nuestros soñadores favoritos:
 
"Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe."

(Lope de Vega)

1 comentario:

  1. Lady Balehead! Qué sorpresa y qué maravilla nos trae usted a la memoria. Yo también amo a Lope. Muchas veces sus versos han sido un bálsamo.

    Ya que inaugura usted saloncito, espero que sea para que haga de anfitriona con más frecuencia!

    Buenas noches

    Bisous

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